La presidenta del Partido Peronista Femenino, Delia Parodi, declaró públicamente en 1955: “Nuestro Dios en la Tierra es Perón, porque es el único hombre que nos ha hecho sentir su cercanía mejor que cualquier otro misionero hubiera podido hacerlo”.
Pero el ministro Raúl Mendé iría más lejos. Sus charlas en la Escuela Superior Peronista registraron frases como éstas:
“Cristo también tuvo el defecto de su gran corazón. En esto corren parejos Perón y Cristo (...) Ahora que Cristo se conformó con proponer al mundo el cristianismo, Perón le sacó ventaja. Realizó el cristianismo. ¡Nada de contentarse con sermoncitos! Cristo, palabras. Perón, hechos (...) Por eso Perón es el rostro de Dios rutilando en la oscuridad de las tinieblas de esta hora (...) ¿Qué somos nosotros al lado de Perón? Menos que nada. Sólo Perón tiene luz propia. Todos los demás nos alimentamos de su luz (...) El peronista deberá atribuirse a sí mismo todos los fracasos y los errores. Pero los triunfos, los merecimientos, ¡ah! ... esos son siempre de Perón”.
Mendé dijo que había fundado esa Escuela “antes que nada para enseñar a amar a Perón (...) Porque seremos mejores cada día si tenemos el pensamiento puesto en Perón. Cada noche al acostarnos debiéramos examinarnos: ¿He imitado yo en este día a Perón? (...) Porque Perón no se equivoca ni puede equivocarse jamás (...) Porque los genios y los grandes hombres, sin salvarse uno solo, todos han padecido errores y defectos. Todos, menos Perón”.
El mensaje de Mendé, coincidente con el de Delia Parodi, era muy claro: “Perón es Dios”. Nada de esto le hacía gracia a los católicos militantes y mucho menos a la jerarquía eclesiástica. Horrorizados, cada vez que oían decir que “Perón no se equivoca jamás”, los demócratas cristianos recordaban aquel popular slogan de la Italia fascista: “Mussolini ha sempre ragione” (Mussolini tiene siempre razón).”
(Historia del peronismo, Hugo Gambini)
viernes, 26 de septiembre de 2008
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