"Superará el hombre el reto de alimentar a la humanidad"
Norman Borlaug
Cresco, Iowa, Estados Unidos, 25 de marzo de 1914) es considerado por muchos el padre de la agricultura moderna y de la revolución verde. Sus esfuerzos en los años 1960 para introducir las semillas híbridas a la producción agrícola en Pakistán e India evitó que millones de personas murieran de hambre. Premio Nobel de la Paz en 1970(Wikipedia); el hombre cuyo trabajo de investigación en México mejoró la productividad agrícola que salvó de la hambruna a naciones enteras, apostó a que la biotecnología generará los alimentos que se requerirán en el futuro. Considerado el científico que más vidas ha salvado en la historia del planeta, Borlaug dijo que tiene "mucho optimismo" por el futuro de la producción de alimentos en el mundo. El premio Nóbel de la Paz 1970 habló de su confianza en que se vencerá el hambre en el planeta y recordó el destacado papel que tuvo México en el desarrollo de las técnicas agrícolas que han dado de comer a muchas naciones en las últimas décadas. Borlaug afirmó que los seres humanos hemos alcanzado la capacidad de producir los alimentos que necesitamos y pronosticó que la biotecnología puede ayudar a superar el reto del Siglo XXI de alimentar a los 10 mil millones de personas que poblarán el mundo. Sin embargo, advirtió que para lograrlo el debate sobre los "mal llamados" alimentos transgénicos debe quedar superado, al no existir sustento científico para temerles. "Hay muchos idealistas que agarran este asunto y lo hacen grande, sin muchos datos", dijo al criticar el activismo de grupos ecologistas en contra de la alteración genética de los alimentos. "Los ambientalistas extremistas saben cómo usar y aprovechar la televisión, el radio y la prensa y siempre ven lo ideal del punto de vista de ellos, pero se olvidan del hombre, de la gente pobre, miserable, en muchas partes del mundo", señaló. Borlaug aseguró que la madre naturaleza es en sí una "biotecnología", al dar paso al proceso natural de la evolución de plantas que a través del tiempo han sufrido modificaciones sin la intervención del hombre. A sus 90 años de edad, Borlaug es uno de los científicos más calificados para hablar del tema. Más de la mitad de su vida la ha dedicado a la aplicación de la ciencia a la agricultura. "He estado en este campo por mucho tiempo y creo que los cultivos de alimentos genéticamente modificados contribuirán a detener el hambre", aseguró. Borlaug dijo reconocer el valor de los cultivos desarrollados a través de la reproducción natural, pero también "veo la viabilidad de los cultivos que llevan incorporados genes resistentes a herbicidas o cualquier otro gen que sea incorporado por la biotecnología". Norman Borlaug es considerado el padre de la Revolución Verde, el conjunto de técnicas agrícolas que generaron cultivos de alto rendimiento en los 60 y 70 y provocaron uno de los mayores logros alcanzados en la historia de la agricultura en el mundo. Para algunos el uso ahora de la ingeniería genética en la agricultura para crear alimentos modificados o transgénicos, es vista como una continuación de la Revolución Verde. En la entrevista concedida en la sala de su casa, en un barrio de clase media del norte de Dallas, Borlaug destacó el significativo papel que México desarrolló para que se diera la Revolución Verde. Borlaug llegó a México en 1944 invitado por la Fundación Rockefeller y el gobierno de ese país para ayudar a agricultores pobres a mejorar la producción de trigo. "Pasamos casi 20 años cultivando variedades enanas de trigo de alto rendimiento, resistentes a las plagas y enfermedades y capaces de producir dos o tres veces más grano que las tradicionales", recordó. Sus investigaciones sobre trigo provocaron que la producción de este cereal se multiplicara en México. El país pasó de importar la mitad del trigo que consumía a alcanzar la autosuficiencia en 1956 y comenzar a exportar hasta medio millón de toneladas a principios de los 70. En 1963, el gobierno de México y la Fundación Rockefeller crearon el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y Trigo (CIMMYT) para consolidar los resultados de su programa original de fomento a la producción y esparcir por el mundo el desarrollo de las nuevas tecnologías. Borlaug, quien fue nombrado director de Programa de Mejoramiento de Trigo del CIMMYT, llevó entonces sus técnicas agrícolas a Pakistán y a la India, países que en 1965 estaban al borde de la hambruna. Toneladas de semillas de las variedades mexicanas de trigo, con nombres como Yecora, Yaqui y Vicam, fueron embarcadas rumbo a Asia. Las nuevas semillas permitieron que en sólo cinco años Pakistán casi duplicara su producción anual de trigo al pasar de 4.6 millones de toneladas en 1965 a 8.4 millones en 1970 y alcanzara su autosuficiencia en este cereal. Por su parte, la India incrementó su producción de 12.3 millones de toneladas en 1965 a 20 millones de toneladas en 1970. Los trigos mexicanos pasaron de Pakistán y la India a China, Turquía, la Unión Soviética, Israel y a otras naciones, generalizando entonces la Revolución Verde. "En China, había tipos de trigo que eran de los invernales que no sembramos en México, pero creo que lo que les abrió la puerta al aumento de su producción fueron los trigos mexicanos llevados de Pakistán". China es hoy el mayor productor de alimentos en el mundo. Borlaug, quien aún mantiene una estrecha relación con México, lamentó que el éxito de la Revolución Verde no contribuyera a mejorar las condiciones de vida en el campo de ese país, como lo hiciera en otras naciones que importaron la tecnología. En México no se hicieron cambios a tiempo en la estructura del ejido, explicó. "Después de la Revolución, fue absolutamente necesario que se repartieran las tierras para acabar con los latifundios, pero en esta reforma agraria no se otorgaron títulos y los ejidatarios no pudieron alquilar parcelas para hacerlas más grandes", indicó. "La reforma agraria no sufrió modificación alguna ni evolucionó durante muchas décadas, por lo que las parcelas repartidas se volvieron insuficientes para las necesidades de los ejidatarios", agregó. Ello limitó la capacidad de producción e impidió que se iniciara el proceso de industrialización, lo que provocó crisis económica, falta de empleo y pobreza en el campo, dijo. "Si el capital mexicano entonces se hubiera invertido en pequeñas industrias que procesaran productos derivados de las cosechas, se hubieran creado los trabajos que requerían los jóvenes, señaló Borlaug. "Si se hubiera hecho a tiempo la industrialización en México, se hubiera permitido crecer a las parcelas y las economías de los ejidatarios y con ello se hubiera proveído de trabajo a generaciones de jóvenes, aseveró. Borlaug dijo que de darse en el mundo una segunda Revolución Verde, esta deberá ser ahora no sólo técnica, sino también política y económica, dado que en las naciones donde más falta alimento también hay escasez de otros factores que impulsan la producción y progreso. Una nueva Revolución Verde debe superar dos problemas, dijo Borlaug. Inducir suficiente producción de alimentos y resolver la forma de repartirlos y distribuirlos a países que no son autosuficientes para importarlos. Manifiestó que el alimentar a esas naciones sin enseñarles a producir no da resultado. "Hay que ayudarlos a mejorar su agricultura y esto es lento, pero los hace crecer". A lo largo de los últimos 15 años Borlaug ha estado inmerso en generar este tipo de cambios en Africa, única región del mundo donde el crecimiento de la población supera al incremento de la producción agrícola. "Parte de mi trabajo ahora es extender divulgación, tecnología de producción agrícola a 12 países al sur del Sahara", en un programa financiado por la Nippon Foundation. Bourlag sueña con repetir en estas naciones africanas los logros agrícolas alcanzados en Asia a finales de los 60, que le valieron el Premio Nóbel de la Pa vez en la historia de entrega de este reconocimiento para que un investigador agrícola fuera premiado. "En su testamento, Alfred Nóbel no especificó un premio para quienes destacaran en agricultura o en producción de alimentos; sin embargo, en mi caso hubo flexibilidad", explicó Borlaug. El científico recibió el galardón porque sus descubrimientos ayudaron a combatir la hambruna y escasez de alimentos que varios países registraron a mediados del siglo XX. Borlaug recibió una suma de 74 mil dólares y una presea por el premio Nóbel en 1970 que conserva en su oficina de CIMMYT, en Texcoco, México. El experto agrícola pasa varios meses al año en ese lugar, luego en el verano viaja a Africa a su programa de extensión y en el otoño funge como profesor de agricultura internacional en la Universidad de Texas A&M, en la comunidad de Collage Station, Texas. "Hoy en día tengo tres sombreros", dijo al explicar orgulloso las actividades que desarrolla a sus 90 años, sin contar las múltiples conferencias anuales alrededor de todo el mundo a las que es invitado como orador. "Yo espero morir con las botas puestas, trabajando", aseguró el hombre que de acuerdo con la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, ha salvado a más seres humanos que ninguna otra persona en la historia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario