jueves, 30 de octubre de 2008

De Gradel a Maradona: la decadencia cultural y política de Argentina

El default que postró a la Argentina no fue sino la declaración formal de quiebra cultural de su sociedad.No comenzó en el gobierno de Menem, sino en el de Uriburu. Tuvo su expresión más perdurable y sincera en la declaración de guerra a la cultura y la inteligencia del onganiato de 1966. Los horrores genocidas del 76 estaban ya preanunciados en los discursos fascistas con los que Lugones justificó a Uriburu mientras su hijo se dedicaba a trabajar de torturador.La Argentina de los 90 puso de manifiesto la combinación de frivolidad económica y mediocridad cultural de su clase media degradada por 50 años de pereza intelectual, conformismo y persecución a los creadores: Leloir, Milstein, Barenboim, Piazzolla, Cortázar, que escribieron con talento su congoja.
La lista es interminable, los homenaje póstumos sólo una excusa para hacer dinero de la desverguenza.
La Argentina kirchnerista que reemplazó a la menemista es su continuidad en la impostura: allí donde los argentinos en su "período menemista" fingían riqueza y gastaban a cuenta, en su "período progresista" desprecian al "capitalismo neoliberal" mientras ahorran dolares y llevan sus mucamas a la playa. Puerto Madero une y revela el cuño de la nueva moneda: una cara para Menem, otra para Kirchner.Este sigue siendo el país que rapó a Deira, bastoneó a los profesores de la UBA, cerró el Di Tella, siguió a Galtieri hasta perder las Malvinas, expulsó a sus mejores y reelige sistemáticamente a sus peores. El resto es parte de la mentira con la que los argentinos se consuelan y hasta complacen en ser mucho menos de lo que pueden ser.En estos dias, Argentina se entrega a la "africanización" de la política latinoamericana propuesta por Chavez y el narcotráfico, a la "Al Qaedizacion" propuesta por el eterno fascismo vernáculo que encuentra oportunidades únicas para expresar a traves del culto antiamericano, revisionista y caudillista su odio al progreso, la ciencia, la democracia, la libertad de pensamiento y la de competencia, y a la "narcotizacion" tanto metafórica como real de su sociedad.El arquetipo del argentino ha pasado del Gardel que cantaba a su ciudad y a las virtudes básicas de sus hombres y mujeres al Maradona drogado y alcoholico que las detesta y repudia.
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Esta Argentina abyecta, prostituida por derecha e izquierda, drogada y entregada al culto del lumpenaje no es nueva tampoco: expresa una profunda, dramática dicotomía que oscila entre las alturas espirituales de Juan L Ortiz, Piazzollas y Cortázar y las igualmente espectaculares caídas de sus Gaticas y Maradonas.Lo malo no es el contraste.Lo malo es que los argentinos no parecen distinguir entre unos y otros, asignándoles el mismo lugar.Y en la Argentina del siglo 21, los bárbaros vencen, elegidos por una clase media envilecida y decadente.La corrupción ya no es de los dirigentes, sino de quienes los votan y prefieren.
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La Argentina no tiene que buscar fuera suyo el talento. Sólo volver a respetarlo y respetarse a sí misma. Tal vez haya que esperar a los jóvenes que hoy lo exhiben en arte, restaurantes, nuevas y pequeñas empresas, en su vida privada, que -como siempre- revela su profunda y olvidada riqueza.
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La mayoría de los argentinos decentes, como Gardel, sigue queriendo volver al país que debe ser, al que soñaran en su vigilia de los ojos abiertos Macedonio y el hombre que está solo y espera.
http://www.discepolin.com/

1 comentario:

Unknown dijo...

Brillante texto, República.
Desgarrado, auténtico.Doloroso.