miércoles, 17 de septiembre de 2008

Día del Profesor

Hoy, recordando la muerte de José Manuel Estrada, se conmemora el día del Profesor y, generalizando, el día de todo aquel que ha dedicado su vida a la educación.
Se es profesor por variadas circunstancias, pero se es docente sólo por una razón: se cree en el futuro luchando por el presente a través de la formación de personas, en cualquier nivel en que nos desempeñemos.
Va más allá de un trabajo, de un título o de un cargo y tampoco se agota en la vocación. Es la elección de una forma de vida que se asume desde la labor diaria, las exigencias, la lucha, el agotamiento, la esperanza y la alegría de hacer lo que elegimos ser.
Paradójicamente, la sociedad ya no valora como antes la figura del docente pero sí le exige la mejor formación de las generaciones futuras. Ante esta situación no hacemos oídos sordos y seguimos eligiendo vivir de esta manera, siendo docentes buenos, regulares o excelentes, pero dando día a día lo mejor que tenemos para contribuir a la formación integral de nuestros alumnos.
No se es docente por trabajar en el ámbito educativo, lo somos porque creeemos en el hombre y en la sociedad y fundamentalmente en la educación como la única herramienta para lograr transformar el mundo.
Un 17 de septiembre fallecía José Manuel Estrada. Destacamos en su figura la firmeza ética, la claridad de sus ideas, el fervor para comunicarlas y sostenerlas, y las páginas escritas sobre la educación de la juventud, que constituyen fuentes fundamentales de referencias pedagógicas y de formación moral.
Nació en 1842 y falleció en 1897. Orador y escritor argentino, fue uno de los fundadores del partido radical. Fue autor de importantes estudios históricos, entre ellos: “Orígenes de nuestra raza”, escrito en 1861 y “El catolicismo y la democracia”, escrito en 1862.
Es importante y necesario que, como él, consideremos que la escuela no sólo tiene como objetivo la educación informativa sino que se debe apuntar a una educación integral del ser humano,
Se desempeñó como profesor secundario y universitario, defendiendo la libertad de cátedra a través de la manifestación de sus ideas.
En 1894 fue destituido de sus cargos por sus ideas contrarias a la Ley 1420, Recibió, ante este hecho, la adhesión de sus alumnos que, al acudir a su casa en manifestación para homenajearlo y despedirlo, se encontraron con estas palabras que hoy podemos resignificar y que deben guiar la acción educadora:
"No se educa cuando se imponen convicciones, Sino cuando se suscitan convicciones personales.
No se educa cuando se imponen conductas, Sino cuando se proponen valores que motivan
No se educa cuando se imponen caminos, Sino cuando se enseña a caminar.
No se educa cuando se impone el sometimiento Sino cuando se despierta el coraje de ser libres.
No se educa cuando se imponen ideas, Sino cuando se fomenta la capacidad de pensar por cuenta propia
No se educa cuando se impone el terror que aisla, Sino cuando liberas el amor que acerca y comunica.
No se educa cuando se impone la verdad Sino cuando se enseña a buscarla honestamente.
No se educa cuando se impone un castigo, Sino cuando se ayuda a aceptar una sanción.
No se educa cuando se imponen disciplinas, Sino cuando se forman personas responsables.
No se educa cuando se impone el miedo que paraliza Sino cuando se logra la admiración que estimula.
No se educa cuando se impone información a la memoria, Sino cuando se muestra el sentido de la vida.
No se educa cuando se impone a Dios Sino cuando se lo hace presente con la vida misma".
El educar es un acto humano, un acto que se realiza entre dos voluntades que buscan cada una su propia finalidad y que desean en la consecuencia de ese fin su propia realización. La felicidad es el fin que persigue toda persona humana, en este caso se visualiza y expresa con el desarrollo de la propia vocación. El profesor es aquél que encuentra en su propia vocación el facilitar el encuentro de otro con su propia vocación. Para ello es indispensable que el profesor tenga conciencia de la valí­a de su misión, pues de otra forma el error se convierte en la muerte de los sueños del otro. Sin embargo hay un riesgo en esta visión. La raí­z latina de la palabra educar es la misma que la de la palabra conducir. Es posible de pronto que algunos profesores sientan que su rol es conducir, dirigir, manipular los pasos de sus educandos. Nada más peligroso cuando el profesor se autoimpone el rol de salvador de sus alumnos. De aquel que decide y elige por ellos restando la capacidad de autodescubrirse, de desarrollarse plenamente, en el fondo restando libertad a sus estudiantes.
El profesor es alguien autónomo. Segunda característica; entiendo por autonomí­a lo que planteaba Kant en su visión ética. Autonomí­a no significa independencia extrema, ni tampoco falta de toda regla o norma, sino más bien implica la capacidad de desarrollar una voluntad propia que permita tomar decisiones por si mismo. Aprender a actuar sabiendo que de mis actos otros se verán implicados y así­, sin tener que recurrir al temor de sanciones ajenas, actuar pensando y poniéndome en el lugar de todos. La persona autónoma no es un egoí­sta egocéntrico que no sabe que los demás existen, sino aquel que reconoce que su existencia es más llevadera con la compañi­a y apoyo de otros. Si un docente es autónomo enseñará a los alumnos a descubrir su propia autonomí­a y acrecer siendo fieles a sus propios principios e ideales y no movido por sus caprichos y deseos egoí­stas e infantiles.Sin embargo, no nos engañemos, la autonomí­a no se logra desde la espontaneidad. A veces confundimos la libertad con la total independencia de normas y reglas, sin darnos cuenta que si las reglas existen es precisamente para educar nuestra libertad.
Esto requiere que el docente sea prudente. Hemos aprendido que las acciones éticas han de fundarse en un correcto discernimiento, no basta con conocer de valores y principios, ni de elaborar sendos discursos sobre ética, sin en las acciones cotidianas y concretas, cuando se plantean dilemas entre lo correcto y lo bueno no sabemos que efectivamente hacer. Por ello es que es preciso que el docente sea prudente, sepa cómo actuar desde una acción ética y no políticamente correcta. Un ánimo educado y capaz de tomar decisiones efectivas, centradas no en el beneficio propio ni en lo políticamente correcto, sino en valores y principios efectivamente formativos.Por último, me parece que estas acciones desde el plano ético se fortalecen mas cuando quien las emite es alguien capaz de fascinar y atraer la atención de sus alumnos. Por ello es que creo sinceramente que la mejor forma de enseñar y educar a los alumnos es cuando el profesor se muestra a sus alumnos como alguien con autoridad. Pero me refiero a esa autoridad que surge de quien posee experiencia, de quien enuncia verdades basadas en hechos o conocimientos que ha adquirido en su vida. El mejor ejemplo no se da en acciones estereotipadas o en un discurso lleno de cliché sobre lo correcto, sino en una personalidad que trasciende y que se hace interesante para sus alumnos. La cultura le permitirá al docente ampliar la mirada de sus alumnos, ayudarles a reconocer que existen otras formas de actuar, mejores y más éticas que lo que ya hacen. Un alumno no se acerca a la institución educativa superior a repetir lo que ya sabe, sino a ampliar su horizonte, solo un profesor con el conocimiento y la sabiduría propia permitirán responder a esta necesidad vital.Un profesor por tanto debe dejar de ser un mero instructor de contenidos para convertirse en un pleno educador, en un servidor de las vocaciones ajenas.
Y el rol del estado en ello es fundamental.
Destinar el presupuesto necesario, indispensable y URGENTE para que la profesión de profesar cultura se convierta más allá de una vocación ser al mismo tiempo un modo de vida que satisfaga plenamente necesidades de una acepatable realización personal para todo docente.
Sin cultura no hay proyecto, sin proyecto no hay destino y sin destino no hay Nación, ni República próspera.

1 comentario:

aquiles m dijo...

Si. Definitivamente.
Sin profesores, maestros. EDUCADORES, en su totalidad, no hay salida.
La ineluctable crisis que vivimos los argentinos, me hace dudar que exista una salida.
Es desesperante, Mi Señora.
Recién estaba en un lugar, y había unas 5 personas mirando un programa de una señora canosa, pero pintada de colorado.
La estrella era un gordito bailarín....
Horrible.
Pobre Don Estrada y sus sueños de Nación !!!!!!!