miércoles, 23 de julio de 2008

LIBERTAD Y GOBIERNO

El gobierno de sí mismo o la libertad es el gobierno de la Naturaleza. Como tal los animales lo practican: los pájaros, los insectos, los cuadrúpedos, lo mismo que el hombre salvaje o natural, todos son capaces de él, a una condición: la de no contrariar y alterar la Naturaleza con motivo o con pretexto de cultivarla y civilizarla.
Conservar al hombre en el seno de la sociedad civilizada su libertad natural o el gobierno de sí mismo es lo que han hecho los ingleses, y Montesquieu ha tenido razón en decir que el gobierno libre de los ingleses ha salido de los bosques de la Germania.
Los pobladores de otros países han dejado sus libertades naturales en esos mismos bosques y han reorganizado su vida por el método romano, que consiste en hacer una masa de todos los habitantes encerrados en el círculo de una asociación y entregar sus libertades o poderes a un solo hombre para que los ejerza por cuenta y en nombre de todos los que se han quedado sin ellos.
Cuando esta monstruosa depravación de la naturaleza primitiva se ha convertido en una segunda naturaleza por un hábito de siglos, la reasunción de la libertad natural o de gobierno de sí mismo, que practican todos los animales, viene a parecer un cambio artificial, con todo el aire de un paradojismo, de una utopía o de una cosa imposible. Lo que en los anima les es el fenómeno más simple, en el hombre viene aparece un atributo divino, superior a su naturaleza, bastardeada y depravada.
Los políticos de la escuela de Darwin subordinan los derechos del individuo a los derechos de la especie; teoría natural que responde al sistema romano, en que el Estado era todo y el individuo nada.
Una cosa olvida esta escuela, y es que el individuo es la forma en que vive y se propaga la especie, y que no hay, por lo tanto, otro medio natural de salvar la especie que salvar los individuos que la forman. El individuo es sagrado porque representa la vida de la especie; es decir, en lengua política, la patria, la sociedad, el Estado; ese todo que a su vez es individuo a la faz de otras especies.

Cada hombre lleva consigo su gobierno.
Dios le ha dado el gobierno de sí mismo como una necesidad lógica del cuidado y, conservación de sí mismo. Privarlo de ese gobierno habría sido dejar su creación incompleta. Dejar el cuidado de cada hombre a otro hombre habría sido dejarle en el camino de su ruina y destrucción.
El gobierno de sí mismo no es ni más ni menos que la libertad. Ser libre es gobernarse a sí mismo; pero gobernarse a sí mismo es obedecerse a sí mismo. Cada hombre libre es soberano y súbdito de sí mismo. Su gobierno es más completo cuanto más completa es su obediencia, y la obediencia de sí mismo es un elemento de la libertad tan esencial como la autoridad de sí mismo.
Un hombre es un Estado en pequeño, con su Constitución en miniatura. Su exigüidad no excluye su perfección. En este sentido, su derecho civil o de hombre a hombre es una especie de derecho de gentes; como el derecho de gentes o de nación a nación no es sino un derecho civil, considerado cada Estado como un hombre en grande escala.

En materia de gobierno, la forma interesa más que el fondo, porque la cuestión de la forma de gobierno se resuelve prácticamente en la cuestión de saber quién o a quiénes será dado el encargo de ejercer el gobierno: si a uno, a muchos, o a todos; si será dado por el país o será nacido sin la participación del país, aunque sí ejercido con ella.
De aquí es que la cuestión de forma divide más a los pueblos que la cuestión del fondo del gobierno.
La cuestión de fondo no interesa más que una sola vez: es cuando el país se ocupa de ser o de no ser soberano e independiente. Una vez conquistado y definido este derecho, ya no vuelve a ser materia de cuestión ni división interior.
Lo que queda en discusión en adelante es la forma en que ha de ser ejercido el poder adquirido por el país.
En qué forma quiere decir por quiénes será creado o constituido y por quiénes será ejercido.
La forma del gobierno, se ha dicho, depende de la forma o modo de ser del país, en cuyo sentido el modo de constituir el gobierno es constituir al país; es decir, la manera de ser y de existir del país.
Pero la manera de ser del país depende principalmente de la manera de ser del hombre, que es la unidad elemental de que se compone el país.
Y como la manera de ser y condición del hombre de un país dado no se determina por la obra de un decreto, sino por la acción lenta de su educación y del medio en que se ha desenvuelto el hilo de su existencia, tan difícil es constituir un país por un decreto como formar y educar un hombre de un golpe y en un solo día.
Así, el gobierno del país está trazado y constituido en el gobierno de cada hombre.
Hablo del gobierno interior, pues un país de esclavos puede ser un Estado independiente de todo poder extranjero si tiene un soberano capaz de ejercer la soberanía exterior del Estado.
Un país libre respecto del extranjero puede no ser libre respecto de su propio gobierno, y éste es el caso común de todos los países, con excepción de una media docena de ellos.
La libertad del hombre consiste en el gobierno de sí mismo.
Pero si es cierto que el ser libre es gobernarse a sí mismo, no es menos cierto que el gobernarse a sí mismo es obedecerse a sí mismo. Luego la obediencia es un elemento esencial de la libertad, pues si ella falta, el gobierno no tiene sobre qué operar su acción.
Así, el hombre es a la vez el soberano y el súbdito de sí mismo. Donde hay una entidad que manda y otra que obedece, hay los elementos de un gobierno perfecto. Luego cada hombre tiene dentro de sí mismo la constitución de su gobierno individual.
Esa constitución de cada hombre es a la Constitución del país poblado de ese hombre lo que el tejido orgánico es a la vida del ente animal.
Como la libertad es poder, se sigue que cuanto más poder tiene un hombre sobre sí mismo tanta más libertad posee a su disposición. Y como la extensión del poder de sí mismo se mide por la extensión de la obediencia de sí mismo, resulta que el hombre es capaz de libertad en la medida que es capaz de obediencia. El que no sabe obedecerse a sí mismo no es capaz del gobierno de sí mismo, es decir, no es capaz de libertad.
Es, al contrario, un esclavo, porque otro tendrá sobre él el poder de que él es incapaz sobre sí mismo.
Dadme a estudiar la conducta de un solo hombre y yo os diré cómo es el gobierno de su país.
Si la libertad es el gobierno del país para el país, constituir su gobierno significa en realidad constituir su libertad.
Todo país es libre desde que posee un gobierno suyo independiente del extranjero.
Pero puede ser libre el país sin que lo sean los individuos de que se compone el pueblo del país. Tal fue la libertad política de los países antiguos.
La libertad moderna conserva ese carácter esencial, pero además tiene otro no menos esencial: el ser individual. Ella consiste en que cada hombre sea independiente de otro hombre, como de países del extranjero.
Así, cada ciudadano viene a tener dos soberanías o dos libertades, por decirlo así: una colectiva respecto del extranjero; otra individual respecto de su propio gobierno y de todo otro individuo de su país. Más que dos libertades son dos modos de ejercer una misma y sola libertad.

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