lunes, 4 de agosto de 2008

Codex argentinius!


“¿Juráis a Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios reconocer la Junta Provisional Gubernativa del Río de la Plata, a nombre del señor don Fernando VII, y, para guarda de sus augustos derechos, obedecer sus órdenes y decretos, y no atentar directa ni indirectamente contra su autoridad propendiendo públicamente y privadamente a su seguridad y respeto?” Éste fue el juramento de rigor, el formulismo que cambió la historia. Ese compromiso de obediencia al monarca fue el grito revolucionario que enunciaron los integrantes de la Primera Junta de Gobierno del 25 de Mayo de 1810.
¿Cuál era el ardid? El rey no existía. Por aquellos tiempos gobernaba España José Bonaparte, hermano de Napoleón, y Femando VII era prisionero de las tropas imperiales.
Como escribió Cornelio Saavedra en sus memorias: “Cubrir a la junta con el manto de Femando VII fue una ficción desde el comienzo, necesaria, por razones políticas”. La sociedad política de 1810 no fue bajo ningún aspecto un grupo unido por el consenso. Por el contrario, las diferencias entre ultraconservadores, moderados y radicalmente revolucionarios eran notorias. Estaban los que querían conformar un gobierno provisorio hasta que todo volviera a la normalidad en España y Fernando VII retornara al poder, estaban quienes pretendían romper absolutamente todo lazo con la metrópoli de una vez y para siempre, y entre ambos extremos estaban los moderados partidarios de ampliar lenta pero progresiva los márgenes de la autonomía criolla. De acuerdo con el historiador Nicolás Shumway: “El juramento fue más que nada un modo de unir a criollos y españoles de todo color político bajo una bandera única; nadie puso objeciones en jurar lealtad a un rey inexistente”. El acta de nacimiento de la argentinidad, aquel juramento al rey fantasmal, fue y es un acto histórico anticipatorio, un evento inaugural paradigmático que habría de repetirse como sistemática política, así como se repiten año a año las figuritas infantiles del Cabildo bajo la lluvia. El punto de partida del modus operandi del poder político nacional fue el “recurso a la ficción”, la apelación a lo que todos saben efectivamente ficticio pero que, retóricamente, lima diferencias. De todas formas, el efecto “irrealizante” del recurso a la ficción tiene efectos concretos: el rey que no existía y al que todos los integrantes de la junta juraron fidelidad tenía en Buenos Aires un representante que sí existía, el virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros. Cornelio Saavedra envió a Cisneros una carta terminante en la que le decía: “El rey, quien le dio a usted su autoridad, ya no existe. En consecuencia ya no tiene usted ninguna autoridad”.
Así comenzaba la criptología política argentina. La aritmética política de Saavedra era muy curiosa: se trataba de someterse a la nada (al rey) para poder hacerlo todo. Y todo lo que había que hacer el 25 de mayo de 1810 era destituir a Cisneros. Saavedra se sometía nominalmente aun rey fantasmal, para derrocar en su nombre (en nombre del carácter irreal del fantasma) a un virrey real.
('Ataque de pánico: CRÓNICAS DEL MIEDO EN LA ARGENTINA', Miguel Wiñazki)

1 comentario:

aquiles m dijo...

Los cambios políticos siempre han sido motorizado por idealistas auspiciados por vivos con billetes...
Era muy importante manejar el puerto de Buenos Aires, sin compartir el botín con la Corona.
Fue el modo en el que empezamos a caminar solos...y aquí andamos buscando las muletas que nos pueda prestar Lula.....
un beso